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Lugar: Buenos Aires, Argentina

Dedicado a los luchadores en la guerra civil española y en la postguerra en defensa de un mundo mejor, aquellos que defendieron un gobierno legítimamente constituído. A través de estos tres blog difundiré testimonios que forman parte de nuestra memoria histórica, escritos sobre los derechos humanos en la Argentina , en España, en Latinoamericana, experiencias del exilio y sobre todo aquello en lo que pueda ayudar a través de la palabra escrita en pos de luchar contra el silencio y el olvido que se cierne sobre la sociedad española de hoy. autorizaron a su publicación. Inés García Holgado

martes, 6 de noviembre de 2007

MANUEL MULERO GARRIDO Una casita de adobes

Escribe José Antonio Mulero Caldero (su hijo)

MANUEL MULERO GARRIDO.

Una casita de adobes
tenemos que construir.
En ella, tu y yo seremos
una pareja feliz.

Amándonos soñaremos:
el poderla compartir con
hijos que allí tendremos
En ella quiero morir.

Nació en el año 1893, en el pueblo de Burguillos del Cerro, provincia de Badajoz. Rebelde al yugo de siglos, no quería seguir siendo porquero, es decir, pastor de los cerdos del amo, para cuyo destino, junto con el analfabetismo le tenían predestinado. Trabajó en las minas de cobre en Río Tinto y después paso a Francia, de donde regresó para no verse involucrado en la Primera Guerra Mundial.
De vuelta en España, trabaja en las minas de carbón en Barruelo de Santullán, provincia de Palencia. Allí conoció a su esposa (madre de José), se casaron, crearon una familia y construyeron con sus propias manos una casita de adobes. Tuvieron ocho hijos
Manuel entendía de política, salía de la mina cada día y junto a su esposa fabricaban adobe de tierra prensada para levantar la casa. Cuando no, se iba al monte a pastorear sus dos vacas y dos cabras, para con su leche alimentar a su familia. Cuando no, cultivaba patatas en un trozo de tierra alquilada. Solo la tarde del domingo se juntaba con unos amigos a tomar unos vinos y jugar a las cartas.
Su delito fue afiliarse al sindicato UGT, no quedarse en el pueblo al producirse la sublevación, e irse a defender la causa proletaria, participando en batalla contra los franquistas. Luego de la caída de Santander, en cuya defensa luchó fue encarcelado en la cárcel de Palencia y muere un primero de mayo de 1942, sufriendo hambre, frío, malos tratos.
Sufrió un trato de hielo como el poeta pastor de pocas cabras, el poeta pobre Miguel Hernández. Junto sufrieron el rigor de la inhumana censura que tachaba de sus cartas, amorosas frases escritas con el corazón. Su muerte llegó en soledad como la del poeta.

Su hijo José Antonio Mulero Caldero que me autoriza a difundir con gran orgullo por mi parte la vida de su padre, no lo conoció físicamente. Sin embargo, y lo cito “no es difícil para mí seguir sus huellas. Bástame mirar a cualquiera de aquellos adobes de la casa, todavía en pie, o pasear por los senderos que él pisó, y ya siento su presencia, y hasta siento que me transmite su fortaleza, la que siempre utilizaré en honrar su memoria, y la de tantos como él.”

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1 comentarios:

Blogger TiCtAc ha dicho...

Estimado Jose Antonio, no se mucho de Burguillos, solo recuedo que la familia de mi padre, Lorenzo Mulero, que falleció hace ya 23 años procedía de Burguillos. Por causa de un viaje qu realizaré este verano encontré en el mapa Burguillos y en Google uní el apellido Mulero a Burguillos. Resulta curioso cuanto menos descubrir que mi abuelo, Feliciano Mulero, que sí era natural de Burguillos, por lo que muy probablemente llevaremos la misma sangre, murió fusilado en la guerra civil, pero en el otro bando. Locuras fratricidas que ojalá jamás se repitan. Celebro mucho haber leído tu testimonio y saber que allí aun queda parte de nuestro ADN. Un fuerte abrazo. Ignacio Mulero. Madrid

2 de julio de 2009, 13:43  

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